El término “extractivismo” proviene de la América hispanohablante*. Al principio hacía referencia a las actividades extractivas en sentido estricto (minas e hidrocarburos); actualmente se utiliza cada vez más en el ámbito universitario y militante para designar, por extensión, el aceleramiento de todas las actividades de explotación de recursos naturales a escala industrial (entre las cuales se incluye la agricultura química así como las infraestructuras que facilitan estas diferentes industrias) y la posición central que ocupan estos sectores de actividad para las economías exportadoras de materias primas. Por último, el “extractivismo” supone también una de las características esenciales del sistema económico y social dominante, que no puede asegurar su perennidad y su extensión sin la extracción continua de los “recursos naturales”. La sobreexplotación de estos “recursos” provee, en efecto, de una base material indispensable a nuestras economías de crecimiento y a nuestras sociedades de consumo. La explotación de la naturaleza al mejor precio (y, por tanto, sin consideraciones por el medio ambiente ni por las poblaciones locales) condiciona también a la promesa de “desarrollo” para las regiones y los países que siguen condenados a perseguir este horizonte, siempre lejano, pero absolutamente necesario para que los engranajes que garantizan la prosperidad de los prósperos no dejen de funcionar.
[*Nota : El termino « extractivismo » tiene un sentido diferente en Brasil, donde se utiliza para designar específicamente las actividades de recolección y de comercialización de los productos forestales no cultivados (gomas, fibras, frutos, madera, etc.). ]