Por otra parte en Brasil la empresa Embrapa recibió una aprobación para realizar pruebas de campo de un fréjol transgénico del que los científicos brasileños que han acompañado este caso, dudan que vaya a funcionar. Este fréjol es desarrollado con una tecnología que no ha sido probada en campo en ninguna parte del mundo, pero hay estudios hechos en la China[1] que dan cuenta de los posibles impactos que podría producir el consumo de alimentos transgénicos hechos con esta tecnología; lo que nos lleva a preguntarnos de nuevo: ¿No tenemos los consumidores derecho a saber de qué nos estamos alimentando?
Cuando un país empieza a cultivar transgénicos, el uso de plaguicidas es tan alto, que las poblaciones que viven en los alrededores de las plantaciones, registran índices muy por encima de los promedios nacionales en términos de cáncer, leucemia, enfermedades autoinmunes, malformaciones genéticas y otras.
En el Cono Sur, donde la soya transgénica resistente al glifosato cubre un área que duplica el tamaño del Ecuador (50 millones de hectáreas), hay unos diez millones de hombres, mujeres y niños afectados. Hay varios casos penales y civiles que vecinos de diversas zonas han interpuesto en las Cortes de esos países por los gravísimos impactos que la soya transgénica tiene en sus vidas. En algunos casos la justicia ha dado la razón a la población, que lleva muchos años de luchas defendiendo sus derechos.
Es por eso que un grupo de personas de la provincia de Córdoba – Argentina llevan más de un mes acampando a las afueras del predio donde Monsanto, la mayor productora de semillas transgénicas, planea instalar una de las plantas de acondicionamiento de maíz transgénico más grandes del mundo.
Los pobladores acampados saben que la ampliación de las operaciones de Monsanto en Argentina significará más enfermedad, contaminación, despoblamiento rural, familias incompletas por la muerte prematura de sus miembros. Su pelea es por ellos, por sus hijos y nietos; pero también por los nuestros, por los suyos.
A mí no me queda duda que el Ecuador debe seguir siendo libre de transgénicos. Creo que nadie debería consumir alimentos que contengan ingredientes transgénicos; que toda nuestra alimentación debe ser sana y soberana; y que tenemos derecho a saber y poder elegir cómo alimentarnos.
Cada vez que rechazamos la soya y el maíz transgénicos estamos apoyando la lucha de nuestros hermanos y hermanas en el Cono Sur, que han vivido ya casi dos décadas bajo la dictadura de los transgénicos.
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[1] Ver los estudios hechos en el Jiangsu Engineering Research Center for microRNA Biology and Biotechnology, School of Life Sciences, Nanjing University, China.
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