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El triunfo del post extractivismo en 2015

Mina a cielo abiertoMina a cielo abiertoPaíses como Perú, Brasil y Colombia exportan, en toneladas, mucho más de que lo importan, y no consiguen ni pagar sus importaciones.

Mientras algunos dirigentes políticos sudamericanos, tanto neoliberales como nacionalistas populares, se empecinan en fomentar las exportaciones primarias e incluso aseguran que para salir del extractivismo hace falta más extractivismo (en opinión del presidente Rafael Correa), se acumulan datos que indican un fracaso económico.

Comprobamos que Brasil registró en 2014 un déficit de 3.930 millones de dólares en su balanza comercial, el primer saldo rojo en 14 años. Mientras las exportaciones alcanzaron 225.101 millones de dólares (7% menos que el año anterior), el monto de las importaciones fue de 229.031 millones. La causa: el menor precio del mineral de hierro y de la soja. Brasil sigue exportando muchísimas más toneladas que las que importa, pero vende barato, "a precio de banana", como se dice en portugués. La reacción irracional de algunos ministros es fomentar más las exportaciones primarias.

CONO SUR - El modelo extractivo rechazado en las calles

11 de Octubre de 2013 - Programa de las Américas - Pascua Lama, la mina de oro de Barrick Gold, está congelada por decisión de la Corte Suprema de Chile. Monsanto debió paralizar la construcción de una planta de semillas en Córdoba por la masiva oposición de la población. Las grandes empresas extractivas empiezan a cosechar derrotas.

“En democracia los desaparecidos somos los pueblos”, dijo Mercedes Maidana, quien se definió como “colla trashumante” que no ha dejado de cultivar la tierra pese a que vive en una de las ciudades del norte argentino. Con esa frase estableció un hilo rojo entre las dictaduras y los regímenes actuales durante el encuentro “Desde el extractivismo a la re-construcción de alternativas”, realizado a fines de agosto en Buenos Aires [1].

La maldición de la violencia: Extractivismo al desnudo

Por: 
Alberto Acosta [1]

“Toda la historia del petróleo está repleta de criminalidad, corrupción, el crudo ejercicio del poder y lo peor del capitalismo de frontera”. Michael J. Watts (1999) [2]

Resulta difícil entender cómo un gobierno popular, que se precia de revolucionario y que asume la defensa de los intereses populares, puede reprimir violentamente a sectores populares que reclaman sus derechos. Eso acaba de suceder en Bolivia. El gobierno del presidente Evo Morales, haciendo caso omiso a los reiterados pedidos para que abra el diálogo con los pobladores del Territorio y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), optó por la represión.

Desplegando una inusitada violencia policial se trató de disolver una marcha de pueblos indígenas, que defienden sus derechos y la Constitución de su país. Con su acción pacífica, estos grupos se oponen a la construcción de una carretera, financiada por capitales brasileros, que atravesaría el TIPNIS para facilitar la explotación de yacimientos petroleros. Y, de paso, ellos ponen en evidencia las contradicciones de su gobierno.

La indignación y la frustración se expanden cual círculos concéntricos por Bolivia y el mundo. Adolfo Chávez, dirigente indígena boliviano, no podía expresar de mejor manera su malestar: “Los pueblos indígenas de todo el país nos encontramos indignados y profundamente dolidos por el accionar del gobierno. Este gobierno nos prometió un cambio: respetar los derechos indígenas, respetar a la madre tierra, respetar nuestra cultura, respetar nuestra autodeterminación”.

Seguramente serán muchas las (sin)razones oficiales para explicar dicho acto violento que nos confronta con una realidad poco conocida. La violencia y la represión, más allá de algunas etapas de mayor intensidad en algunos momentos históricos, están latentes en una modalidad de acumulación que agrede sistemática y masivamente a la Naturaleza e incluso a la sociedad.